Después de darle muchas vueltas, opino, que de todas las clases de amor que se producen, innumerables, tantas como personas, tu provocas ese amor pasional, a fuego, sin condiciones. Y posiblemente, por lo que hasta ahora he conocido de ti, también fuiste al encuentro del mismo amor candente e ilimitado. No voy a juzgar que respuesta obtuvieron uno del otro. Prefiero hablar de ti y de mi. Quizás del mismo amor sin fronteras, ilógico, ese amor que se parece al primer amor. Amores escuetos, furtivos, intensos, irremediables, oníricos, turbulentos, inconquistables. Pasiones que nacen y mueren en la inexperiencia. Pasiones idealizadas, perfectas, creadas a nuestra imagen y semejanza. Dime si no es verdad, que nos enamoramos a veces de nuestro propio invento, de una confortable sombra que ajustamos a nuestra necesidades íntimas, de un cuerpo al que creamos porque preferimos, idealizando el amor, seguir viendo aquel previamente esculpido. Amor mártir. Amor agrandado y ensalzado en la distancia y en el tiempo. Amor del recuerdo. Amor del bueno Amor del nuestro.
Amores que se van rápido de la vida, pero no dejan de irse nunca de la mente. Amores en contraposición de amores serenos, cálidos, confortables. Amores sin vergüenza, sólidos, abiertos. Amores que salen despacio, poco a poco, tomando conciencia de si mismos. A veces, inesperados. A veces, matemáticos. Amores cómodos. Amores duraderos, permanentes, amigables.
Podría seguir describiendo amores al tuntún hasta el final del cuaderno. Pero voy a parar aquí, pensando en los amores pasionales, de fuego, y en los amores serenos, de agua.
